¿Por qué nos gusta tanto lo crujiente?

¿Por qué nos gusta tanto lo crujiente?

Distintos especialistas han podido demostrar que las diferentes frecuencias de crujidos pueden alterar cómo percibimos el sabor o incluso, hacer que algunos alimentos nos parezcan de mejor o de peor calidad.

No es pura coincidencia.

Algunas teorías dicen que cuando degustamos algo nos suele resultar más sabroso, y nuestro cerebro se va adaptando y desconectando a medida que le parece menos ‘interesante’, pero cuando comes algo ruidoso, automáticamente nuestra atención se dirige hacia la boca, logrando que el sabor permanezca por más tiempo. Eso significaría que puede que nos guste más la comida crujiente porque sentimos que su sabor dura más. Pero la cuestión de la experiencia sensorial de la comida va más allá de lo crujiente.

He ahí cuando hablamos del “Maridaje Fonético”. El sonido que emite una lata al abrirla, o al retirar el corcho de un vino, o inclusive el microondas. Todo afecta a nuestra experiencia y a cómo percibimos el sabor. Y así como los sonidos cotidianos afectan al sabor, también puede hacerlo la música.

Varios especialistas han investigado cómo los sabores dulces y agrios suelen asociarse con notas de alta frecuencia, mientras que los amargos se asocian a notas de baja frecuencia. De hecho, si escuchas cierta música mientras tomas una taza de café o comes una porción de chocolate, puedes intensificar su dulzura, explican los investigadores. Es lo que él llama “sazonar fonéticamente” la comida.

Muchas marcas y músicos se han interesado por esta técnica y ya están poniendo en prácticas maneras de combinar sabores y sonidos para mejorar la experiencia culinaria y responder a la pregunta de “cuál es el sonido de su sabor”. Se cree, que cada vez más la industria alimentaria tiene en cuenta la “funcionalidad y el propósito de sus productos” y el hecho de que la alimentación es “una experiencia multisensorial”.

Por eso, es que incluso, podríamos aprovecharnos de esto para comer de forma más saludable, por ejemplo, podríamos comer con menos azúcar si añadimos un poco de ‘música dulce’ para sazonar alimentos.

Nunca habríamos imaginado que la música puede alterar el sabor de la comida, pero es todo un nuevo campo por explorar. ¿Por qué no maridar un sabor con un sonido?